Miami, 26 de julio de 2025. El cielo sobre el Hard Rock Stadium se llenó de estrellas, pero no fueron las del firmamento. Esta vez, brillaban desde cada rincón del estadio, desde las muñecas del público hasta los altavoces, las pantallas y el escenario. Coldplay no vino solo a ofrecer un concierto: creó un universo propio donde la música, la luz y el mensaje se entrelazaron en una experiencia colectiva única.
En la última parada de su gira estadounidense “Music of the Spheres”, la banda británica ofreció un espectáculo que excedió lo musical. Durante más de dos horas, Chris Martin y compañía guiaron al público por un viaje sonoro y visual cuidadosamente diseñado, con tecnología de punta, escenografía envolvente y un fuerte mensaje ambiental.
Un estadio convertido en ritual
El show comenzó puntual, pero no abruptamente. Una voz pregrabada pidió a los asistentes “apagar los teléfonos, abrir los ojos y entregarse al momento”. Lo que siguió fue una ceremonia masiva de luces LED, fuegos artificiales, papelitos brillantes y emoción colectiva. Canciones como “Adventure of a Lifetime” o “Paradise”
Coldplay no ofreció solos ni improvisaciones largas. Ofreció un guion, sí, pero uno cuidadosamente diseñado para tocar fibras. Cada canción estaba precedida por imágenes visuales proyectadas en 360°, pulsos sincronizados con las pulseras de luz del público, y momentos para corear, gritar o simplemente mirar al cielo.
Un mensaje más allá del espectáculo
A diferencia de otros conciertos de la temporada, el de Coldplay no se centró en el virtuosismo individual. Fue una experiencia colectiva. Desde el escenario, Martin intercaló saludos en español (“Miami es una ciudad mágica, gracias por darnos tanto amor”) con mensajes sobre el planeta, la empatía y la paz.
La banda volvió a aplicar su política de sostenibilidad: parte de la energía del concierto fue generada por bicicletas del público, se evitaron plásticos de un solo uso y se promovieron donaciones a causas ecológicas y humanitarias locales.
Un público que se convirtió en parte del show
No hubo grandes pantallas mostrando planos cerrados de los músicos. En cambio, se proyectaron escenas del público bailando, llorando, riendo. Cada asistente se convirtió en una parte visible del espectáculo, generando una sensación extraña pero cálida de que el verdadero protagonista era la multitud.
La noche dejó postales inolvidables: un niño en primera fila con una camiseta de Coldplay cubierta de luces, una pareja que se comprometió en plena canción, un grupo de turistas mexicanos ondeando banderas mientras cantaban en inglés. En un tiempo de divisiones, el concierto funcionó como un breve paréntesis de armonía.
Fin de gira con sabor a comienzo
Para los fans, el recital en Miami no fue solo el cierre de la gira en Estados Unidos. Fue también una despedida simbólica de un ciclo artístico de Coldplay que comenzó en 2021 con su disco más experimental y conceptual. No hubo confirmaciones sobre un nuevo álbum, pero la banda dejó entrever que lo que viene “será más íntimo, más terrestre”.
A la salida, el comentario era unánime: nadie se fue con las manos vacías. Quizás no se llevaron souvenirs físicos, pero sí una sensación difícil de describir. Algo entre la esperanza y el asombro. Como si por un momento, en medio de la ciudad, hubieran estado flotando en otra dimensión.